Eulalio González, conocido como Piporro, quien falleció hace dos años, ha dejado a todos atónitos con una revelación impactante sobre su entrañable amigo, Pedro Infante. En una confesión reciente, Piporro declaró: “Yo en realidad no estuve en el sepelio”, desatando una ola de asombro y cuestionamientos en torno a la icónica despedida del ídolo mexicano.
La noticia resuena fuertemente en la memoria colectiva, pues se pensaba que Piporro había sido parte del emotivo funeral de Infante, donde miles de admiradores lloraron la pérdida de su estrella. Sin embargo, el propio Piporro aclaró que llegó días después de que el cortejo fúnebre había concluido, desmintiendo así las imágenes que lo mostraban presente en el documental del evento.
Este giro inesperado no solo pone de relieve la complejidad de las relaciones humanas entre dos figuras emblemáticas del cine mexicano, sino que también plantea interrogantes sobre la veracidad de las narrativas construidas en torno a la muerte de Infante, un suceso que marcó una época dorada en la cultura popular mexicana. La revelación de Piporro añade una nueva dimensión a la historia, desafiando las percepciones del público.
Eulalio González, cuya carrera se entrelazó con la de Pedro Infante a través de radionovelas y películas, siempre expresó admiración y respeto por su amigo. Su legado, caracterizado por un estilo humorístico y auténtico, sigue vivo en la memoria de los mexicanos, y esta confesión solo refuerza su impacto en la historia del cine nacional.
La noticia se propaga rápidamente por las redes sociales, donde los aficionados del cine y la música mexicana se muestran sorprendidos. ¿Cómo es posible que una figura tan cercana a Pedro Infante no estuviera presente en su último adiós? La revelación de Piporro ha encendido un debate apasionado sobre la verdad detrás de las leyendas del cine mexicano.